Hay dos cosas que podemos estar seguros. La primera, es que la actual caída de los mercados financieros no es la primera ni última crisis que vamos a ver. Y, la segunda, es que no todos pierden en la crisis. Por lo contrario, desde el crash bursátil del 2008 hasta la actualidad, la cantidad de billonarios en el mundo se duplicó.
Era una mañana de otoño, más precisamente un 24 de octubre, cuando un motín estalló en la entrada de la Bolsa de Nueva York después de que la policía impidiera el ingreso de los inversores al recinto. Sucedía que el mercado se desplomaba un 22,6% en una hora y nadie sabía muy bien por qué. La caída continuó por tres días, suficiente para que los titulares de los periódicos comenzaran a contabilizar los suicidios. Aquel día se conoció como el “jueves negro” y marcó el comienzo de la Gran Depresión, la mayor crisis económica del siglo XX.
No es motivo de este artículo analizar los fundamentos del “crack del 29”, pero si los resultados de la caída bursátil más brutal en la historia, en dónde, por ejemplo, la cotización de las acciones de Goldman Sachs pasó de estar cerca de los 110 dólares en 1929 a 2 dólares en 1932, lo que representa una brutal caída del 98,18%.
Afortunadamente tenemos el diario del lunes, y sabemos que Goldman Sachs no solo sigue estando, sino que posteriormente atravesó catorce crashs bursátiles más, y actualmente es uno de los bancos de inversión más grandes del mundo.
Coronacrash: la enfermedad de los mercados
Nuestro cerebro está “codificado” con respuestas automáticas para enfrentar con éxito a las amenazas. Por ejemplo, si somos varias personas en una esquina y vemos un tigre paseando por la calle, no nos pondremos a pensar de qué especie es, simplemente saldremos corriendo (tratando no de ser más rápido que el felino, sino más rápido que el de al lado). Ahora bien, si vemos algo difuso y el de al lado empieza a correr, nuestra reacción será la misma, aunque finalmente esta sea la sombra de un gato.
En definitiva, para estar seguros no importa que tan real sea la amenaza sino lo rápido que corramos. Y esta misma reacción es la de los mercados financieros frente a la pandemia, lo que arroja la corrección de la Bolsa más rápida de la historia, el “coronacrash”.
El problema es que algunos analistas se quedaron analizando si es un tigre o un gato. Y, en términos financieros, es un debate sin sentido que tan grave sea la enfermedad para las personas y/o la economía, sino que al igual que el tigre o gato, lo relevante es que no se va a quedar toda la vida en la esquina.
Por ejemplo, entre 1918 y 1920, sucedió la pandemia más devastadora de la historia humana, conocida como “la gran gripe española”, la cual se estima que mató cerca de 40 millones de personas. Sin embargo, los años siguientes —entre 1921 hasta el crack del 29— la Bolsa de Nueva York subió 300%.
Sin ir más lejos, luego de la crisis subprime del 2008, considerada la segunda crisis financiera más grande del mundo, el mercado de capitales norteamericano (S&P500) cayó 40,58% en 53 días de operatoria (ruedas). Sin embargo, luego de periodo y hasta febrero de este año, el mercado comenzó a crecer, arrojando las principales empresas que componen el índice, por ejemplo, los siguientes rendimientos en dólares: Amazon (AMZN) +6095%, Apple (AAPL) +2714%, Google (GOOGL) +1074% y Microsoft 968% (MSFT), entre otras.
Haciendo un paralelismo, en la actualidad el S&P se aproxima rápidamente a los niveles de la subprime, con una baja de -31,39% en 20 ruedas.
Es cierto que la velocidad de caída es más rápida producto de la globalización financiera e hiperconectividad. Sin embargo, con este mismo criterio, y siempre y cuando se supere con éxito la pandemia, la velocidad de recupero de la Bolsa también lo será.
El árbol de manzanas
Cuenta la historia que había un hombre que tenía dos hijos. Este envió a cada uno, en diferentes momentos, a ver un árbol de manzanas que estaba a una gran distancia. El primer hijo fue en el invierno, y el segundo, en verano.
Tiempo más tarde el padre los llamó a ambos y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, parecía seco y estaba sin hojas.
El segundo afirmó que había visto un árbol maduro, cargado de fruto, el cual se le empezaban a caer algunas hojas, pero lleno de vida.
Entonces el hombre les explicó que ambos tenían razón, pero una razón parcial porque ellos solo habían visto el árbol en una de las estaciones de la vida, y les dijo:
Así como si te quedas solamente con la imagen del invierno jamás podrás apreciar la belleza del verano, lo esencial solo puede ser visto a lo largo del tiempo.
Conclusión
Hay dos cosas que podemos estar seguros. La primera, es que la actual caída de los mercados financieros no es la primera ni última crisis que vamos a ver. Y, la segunda, es que no todos pierden en la crisis. Por lo contrario, desde el crash bursátil del 2008 hasta la actualidad, la cantidad de billonarios en el mundo se duplicó.
En este sentido, el resultado empírico que arrojan los rendimientos de los activos a lo largo del tiempo —desde 1802 y luego de decenas de crashs bursátiles— no dejan dudas que invertir en acciones resultó la mejor inversión a largo plazo. Como en el cuento anterior, será cuestión de que pase el invierno.
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